La organización de la
enseñanza distingue tres etapas fundamentales:
Inicio: es el momento de motivación y de contacto con
los aprendizajes previos de alumnos y
alumnas. Se presenta el tema de la clase, se estimula la formulación de preguntas de las y los estudiantes, se
comparten experiencias y se entregan las consignas necesarias para el trabajo que se
realizará. Generalmente, los alumnos y alumnas
se introducen en la situación de aprendizaje a través de una actividad o situación problemática que los conduce a
experimentar la necesidad real de adquirir un nuevo conocimiento. En esta etapa, además,
deben explicitarse los aprendizajes esperados
que articulan la experiencia pedagógica que se va a desarrollar.
Desarrollo: durante este momento, el profesor o la
profesora despliega los nuevos
contenidos a través de
las estrategias que ha planificado previamente, concretadas en
una secuencia de
actividades significativas y pertinentes que intencionan los
aprendizajes
seleccionados. Para propiciar la participación activa de alumnos y
alumnas durante este
momento central, docentes, educadores y educadoras realizan
una labor intensa que
implica preguntar, relevar, registrar, comentar, compartir y
reflexionar con
alumnos y alumnas. Además, durante esta etapa es posible adoptar
diversas modalidades
de trabajo según los propósitos perseguidos con la labor que se
desarrollará.
Cierre: es el momento
de sistematización, revisión y explicitación de lo aprendido. En
esta etapa debe favorecerse
la reflexión metacognitiva orientada a que las y los
estudiantes verbalicen
la facilidad o dificultad percibida en la ejecución de la tarea. Las
evidencias así
obtenidas constituyen el punto de inicio de la próxima clase.
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