lunes, 29 de octubre de 2012

DON JUAN MANUEL GALLEGOS ZÚÑIGA EVIDENCIAS


Centro de Actualización del Magisterio
Unidad de Desarrollo Profesional Tlalnepantla
Problemas y Políticas de la Educación
Prof.: Javier Sánchez Zúñiga
Alumno: Juan Manuel Gallegos Zúñiga
Tema: Cuento de Terror

Era una tarde de viernes, el sol empezaba a ocultarse en el horizonte, el calor disipaba del ambiente gracias a un refrescante viento que recorría las calles. Ya con el resto del día libre y con el añorado fin de semana por delante, Pedro se decidió a hablarle a sus amigos; primero se comunicó con Adrián.
Adrián -¡Bueno!
Pedro -¿Qué onda, como te va?
Adrián –Bien, estaba pensando en hablarte, para ver que ibas a hacer hoy por la tarde pero ¡me adivinaste el pensamiento!
Pedro – ¿Le hablamos a Martín para ver si nos vemos en algún lado?
Adrián era un tipo de estatura promedio y de cuerpo delgado, que le gusta la aventura, algo que no le agrada era que le dijeran qué hacer, su pensamiento es el de aquellas que no le gusta seguir las reglas.
Pedro prosiguió a comunicarse con Martín. Cuando de pronto contestó…
Martín - ¡Qué pasó!
Pedro – Oye te hablaba porque me comuniqué con Adrián para ver si nos veíamos al rato para hacer algo.
Martín - ¡Ah! Está muy bien ¿y dónde nos vamos a ver?
Pedro – Pues donde siempre, te veo en una hora.
Pedro de cuerpo corpulento, tenía pelo largo y con pensamiento más conservador aunque también en ocasiones impulsiva, sus amigos lo buscaban por que era del tipo que no le gusta meterse en problemas, de los pocos que piensa con la cabeza fría en los momentos más difíciles.
En cambio su amigo Martín un hombre de estatura media no muy bien parecido, pero que gustaba de vestirse con ropa de marce, en cuanto a su mentalidad se podría decir que es todo lo contrario, extrovertido y amaba los problemas y no le gustaba el sedentarismo.
Al llegar la hora fijada, se encontraron en “El Orbita” que era un billar tipo bar, donde les gustaba pasar las tardes. Sin saber que no durarían mucho tiempo en ese lugar, púes por ir a la aventura los esperaría algo que no creerían les sucedería.
Estando ya entrada la noche, el bullicio del humo del tabaco, la música rock sonando como fondo y el alcohol habiendo hecho la labor de desinhibir sus mentes.
Uno de ellos propuso ir al bosque, aquel lugar donde acostumbraban ir con la compañía de algunas chicas a pasar el rato.
Martín – Aquí ya está muy lleno, mejor vámonos a otro lado
Adrián - ¿Y como a dónde se te ocurre ir?
Martín - ¡Vamos a pasar por una botella y de ahí nos vamos al bosque a dar la vuelta! ¿qué dicen?
Adrián – Suena bien ¡Vamos!
Pedro - No lo sé ya es muy tarde ¡pero bueno vamos sólo un rato!
Y así fue que pasaron por su botella y se dirigieron al bosque, ese bosque que en aquella noche se veía más terrorífico de lo normal. Una vez habiendo llegado se bajaron del auto; y el sonido del viento por entre los arboles estremeció sus cuerpos, no se quisieron sugestionar por  lo que prefirieron seguir su camino a las caballerizas, que era el donde se metían a divertirse. La noche siguió pasando, el sueño y el alcohol comenzaron a mediar en ellos, por lo que quedaron dormidos en ese lugar hecho de troncos apolillados y láminas roídas por el tiempo, que apenas se podía mantener en pie. Cuando de pronto se escucho un grito desgarrador afuera de las caballerizas, Pedro y Adrián despertaron y se dieron cuenta que faltaba Martín, salieron corriendo y lo que vieron fue a un ser borroso que devoraba lo que restaba del que alguna vez fue su amigo. Aquella bestia parecía sacada del mismísimo infierno, con colmillos grandes, ojos rojos, enormes garras y de estatura alta como de tres metros. Al ver que nada podía hacerse  decidieron correr por entre el bosque en dirección al auto, sentían que aquel engendro corría detrás de ellos, pues se escuchaban el ruido de las ramas de los árboles crujiendo, cuando de pronto Adrián no pudo continuar y cayó abatido tras recibir el embate de la bestia y no tuvo más remedio que sufrir la misma terrible muerte que su amigo Martín. Pedro escuchaba los dantescos gritos de ayuda que exclamaba Adrián, gritos que después se ahogarían por el paso de la sangre por entre la yugular y el sonido de huesos rompiéndose al compás de vísceras y carne desgarrándose. 
Cuando Pedro llegó al vehículo y sentirse totalmente solo y confundido procedió a subirse al auto lo más rápido posible. Cuando logró por fin ponerlo en marcha miró por los espejos y se dio cuenta que la abominación  que acabó con la vida de sus amigos, ahora venía por él para hacerlo sufrir el mismo final que tuvieron sus amigos. Al instante reaccionó  poniendo el coche a toda marcha. De pronto aparecieron frente a él camiones llenos de soldados (fuerzas especiales), que tras pasar el convoy cerraron el paso a la bestia con un cerco. Llegando también aviones de fuerza aérea  y entre todos ellos y con armas especiales nunca antes vistas acabaron con la vida de aquel monstruo en un santiamén. Al terminar la refriega un comandante fue a su encuentro y le explicó que tenía tiempo que monitoreaban a aquel inmundo animal pues era un experimento científico que se había escapado de su laboratorio y por haber sido creado como arma de destrucción no era fácil acabar con ella, que olvidará lo que había sucedido ahí y que procurara no contarle a nadie, pues todos lo desacreditarían y que gracias a su comprensión y colaboración  como cebo para poder aniquilarlo.


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