lunes, 13 de mayo de 2013


              
              Cinco preguntas en torno a la lectura
por Isabel Solé.
1. ¿Qué es leer?
2. ¿Cuándo se aprende a leer?
3. ¿Cómo leemos?
4. ¿Es la lectura una cuestión de práctica?
5. ¿Influye la motivación en la lectura?
1. ¿Qué es leer?
Leer es un proceso entre un texto y un lector, proceso en el que éste aporta su disposición emocional y su experiencia, su conocimiento del mundo y del tema; en interacción con las características y propiedades del texto –género, estructura, densidad informativa, coherencia, cohesión.
Otro lector, con objetivos distintos y equipado con su propio experiencia, construirá una comprensión diferente; incluso el mismo lector, ante el mismo texto puede modificar su interpretación cuando persigue propósitos distintos.
Para entender lo que es leer hay que tener en cuenta también las características de los soportes y los formatos en los que se presenta al texto, responsables con frecuencia de restricciones y potencialidades que indudablemente afectan al lector.
2. ¿Cuándo se aprende a leer?
En sociedades letradas como la nuestra, la curiosidad de los niños por los textos, las palabras y las letras suele ser muy precoz. La escuela, desde la etapa de educación infantil, aprovecha esta curiosidad; podemos afirmar que se empieza a aprender a leer desde muy pronto, y ese aprendizaje se prolonga a lo largo de toda la escolaridad obligatoria y no obligatoria. Ello es así porque de hecho se puede estar alfabetizado de muy diversas formas.
La lectura no es una técnica que se aprende y una vez aprendida se aplica sin más a textos muy diversos- persuasivos, propagandísticos, informativos, de reflexión, expositivos, literarios, hipertextos- que se presentan en formatos y soportes diferentes (diarios, enciclopedias, libros de texto, monografías disciplinares, novelas, artículos científicos, hojas sueltas; en papel, en pantalla..) y que leemos para satisfacer finalidades diversas –disfrutar, informarnos, aprender, resolver un problema práctico, comunicar, encontrar argumentos…
Así, frente a una concepción monolítica de la lectura y su aprendizaje, se impone una visión diversa y procesual; aprendemos a leer y continuamos con ese aprendizaje durante toda la escolaridad –y durante toda nuestra vida-.
3. ¿Cómo leemos?
A lo largo de la historia, la forma de ser lector ha ido cambiando porque han cambiado los textos, sus formatos y contenidos; la lectura tiene un indudable carácter social, histórico y cultural que media y condiciona la competencia personal.
Durante amplios periodos, leer fue decir lo que dice un texto, repetir un significado establecido. En otros momentos, se trató de interpretar o más bien imaginar un significado al margen de las restricciones de lo literal.
La lectura, tal como la entendemos desde la época moderna, implica una nueva actitud ante el conocimiento, una nueva forma de leer y aprender en la que lo meramente reproductivo o lo estrictamente interpretativo dan paso a una actitud epistémica, en la que el lector busca racionalmente un significado plausible para el texto.
Podemos acercarnos a los textos como lectores distintos: como el lector reproductivo, que busca decir lo que dice lo que dice el texto; o como el lector crítico, capaz de interpretarlo y de pensar acerca de lo que comprende.
Una lectura reproductiva tendrá como producto la recapitulación oral o la paráfrasis escrita, más o menos mimética del texto leído (en respuesta a preguntas literales).
Una lectura crítica y profunda tendrá productos distintos.
En muchas ocasiones, nuestros objetivos de lectura requieren una lectura reproductiva (si quiero seguir las instrucciones para instalar un determinado programa informático, por ejemplo), y en otras necesitamos una lectura epistémica (cuando estamos ampliando nuestros conocimientos sobre un determinado tema). Ambas son necesarias, pero es importante percibir que persiguen finalidades distintas, desencadenan procesos y exigen estrategias diferentes que es necesario aprender.
4. ¿Es la lectura una cuestión de práctica?
Sí, pero no sólo. Como cualquier procedimiento, la lectura exige la práctica que permitirá, entre otros logros, la automatización de determinados procesos –como los de descodificación-, liberando así nuestra mente y permitiéndonos dirigir la atención hacia la elaboración del significado.
Podemos leer de distinto modo según los objetivos que nos planteemos y según sean las condiciones textuales y contextuales en que nos encontremos: leer supone poner en marcha nuestra capacidad de pensar estratégicamente.
Las creencias implícitas sobre la lectura, relacionadas con la motivación, los objetivos y estrategias que el lector adopta, influyen en la forma en que se interactúa con el texto y tienen un impacto en el resultado de la lectura: la creencia de que el significado no está sólo en el texto, sino que depende también del lector hace que los estudiantes que participan de ella se involucren más activamente en la lectura, obtengan visiones más globales e integradas del texto que leen y generen respuestas más personales al mismo.
5. ¿Influye la motivación en la lectura?
Por supuesto que sí. Pero quizá lo que no sea tan intuitivo es que la relación entre motivación y éxito se alimenta mutuamente: los lectores más motivados leen más y más seriamente, con lo que se incrementa su competencia y su habilidad.
La percepción de competencia no es algo totalmente subjetivo, sino que se construye en torno a las “señales” que los demás ofrecen de forma implícita o explícita; en las aulas todo ocurre a la vista de otros: leer bien o trabucarse, recibir elogios o reconvenciones… Cuando uno se sabe/siente poco competente, y si tiene escasas expectativas de éxito (ya sea de forma autónoma o con la ayuda de otros) no parece razonable esperar que sienta un gran interés por la lectura. Más bien lo lógico es que ésta se minusvalore y que el esfuerzo que requiere se reserve para situaciones en que no haya más remedio que leer. En estas situaciones, en las que no se puede encontrar un sentido personal a la lectura, las condiciones externas como la presencia y atractivo de libros, de propuestas de animación a la lectura y otras, ven muy mermada su capacidad estimulante.
Referencias
Pozo, J.I. (2008) Aprendices y maestros. La psicología cognitiva del aprendizaje. Madrid: Alianza.
Solé, I. (1992) Estrategias de lectura. Barcelona: Graó
http://www.ub.edu/dppsed/personas_sp/isole.htm