AUTOESTIMA, ADOLESCENCIA Y SALUD
Quererse
a sí mismo, ni es egoísmo, ni es enfermizo; es un sentimiento fundamental. El
amor a uno mismo es un sentimiento legítimo que nos motiva a fijarnos objetivos
y metas, así como a procurar ser eficaces en la resolución de nuestros
problemas y a establecer alianzas y vínculos sociales sanos.
Cuando
una persona se ama a sí misma, es capaz de demostrar sus cualidades, disfruta
haciéndolo, se emplea al máximo y obtiene éxito. Los que observan ese
comportamiento experimentan simpatía y quedan dispuestos a otorgar
reconocimiento.
La
autoestima es fundamental en el crecimiento armónico de la salud humana. Burns
definió autoestima como los éxitos divididos por las pretensiones. Por lo
tanto, no es suficiente tener éxitos importantes para asegurar la autoestima si
el denominador pretensiones es muy alto.
La
persona que se desestima suele manifestar una autocrítica desmesurada y se
siente especialmente atacada por las críticas de los demás. La unión de estos
dos síntomas conlleva un estado de insatisfacción. La visualización es una
técnica de creatividad imaginativa de escenas y secuencias positivas. Viéndonos
en positivo podemos incrementar nuestra autoestima y cambiar la forma de
relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Date permiso para estar
bien.
La
adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por conflictos y dudas sobre
el sentido de la identidad personal y de la autonomía. Se busca la aprobación
externa, importa mucho lo que digan los demás. Según los expertos en trastornos
de la conducta alimentaria, como anorexia y bulimia, la falta de autoestima es
el principal factor pre disponente de estas enfermedades.
Muchas
veces, el hecho de no aceptarse a uno mismo viene provocado por la constante
presión social, el culto a la delgadez, la moda, etc. Se asocia la imagen de la
delgadez con la felicidad o éxito social. Nuestros jóvenes se auto imponen la
necesidad de conseguir un cuerpo perfecto. Se produce entonces, como decíamos
al principio, un problema de falta de autoestima porque las pretensiones son
casi inalcanzables. Se reconoce abiertamente una mayor presión sociocultural
sobre la imagen de la mujer.
Las consecuencias de la autoestima son la
aceptación y respeto a uno mismo, formación y enriquecimiento propio. Esto
supone una garantía de cuidado personal sano, diversión, desarrollo armónico,
nuevas experiencias interesantes y curiosas, relaciones alegres y útiles...
Federico Juárez Granados. Información 4 de
abril de 2001
FRAGMENTO DE UNA CONFERENCIA
Cuando alguien va al teatro, a un concierto o
a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado,
recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se
encuentren allí. "Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre",
piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta
es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y
ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya
no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad
y es pasión.
Por
eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y
por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo,
la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No
sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la
calle, no pediría un pan sino que
pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que
solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las
reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está
que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen de
todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en
máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible
organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que
quiere saber y no puede , que de un hambriento. Porque un hambriento puede
calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un
hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía
porque son libros, libros, muchos libros los que necesita, ¿y dónde están esos
libros?
¡Libros!
¡Libros! He aquí una palabra mágica que equivale a decir: "amor,
amor", y que debían los pueblos pedir como se pide pan o como anhelan la
lluvia para sus sementeras.
Cuando
el insigne escritor ruso, Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho
más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro
paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita, pedía socorro en
carta a su lejana familia, sólo decía: "¡Enviadme libros, libros, muchos
libros para que mi alma no muera!". Tenía frío y no pedía fuego, tenía
terrible sed y no pedía agua, pedía libros, es decir, horizontes, es decir,
escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía
física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy
poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya
ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa,
que el lema de la República debe ser: "Cultura". Cultura, porque sólo
a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el
pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
Y no olvidéis que lo primero de todo es la
luz.
F. García Lorca.
Alocución
al pueblo de Fuente Vaqueros. (Septiembre, 931)
LA FUERZA DE LA GENÉTICA
Es domingo. Son las diez de la mañana y gran
parte de la ciudad duerme. La que no, se despierta somnolienta y en silencio. Y
entonces, de repente, un estallido de cláxones revienta la calma matutina.
Primero se oyen a una cierta distancia, pero en seguida la intensidad aumenta,
hasta que se estabiliza. El ritmo que los cláxones marcan es el tradicional
"to-to-tó, to-to-to-to, ¡to-tó!".
¿Qué pasa? ¿Algún equipo ha ganado alguna
final de copa? No puede ser. No toca ninguna y, además, los partidos se juegan
de noche y no a primera hora de la mañana de un domingo, y es en las noches de
victoria cuando, tras el partido, los seguidores del equipo vencedor salen por
la ciudad, celebrándolo y bebiéndose todo lo bebible. Abro el balcón, salgo
fuera y veo una fila de ocho coches que hacen sonar el claxon mientras avanzan
por la calle. Ahora se han detenido ante el semáforo pero ellos siguen con lo
suyo: "to-to-tó, to-to-to-to, ¡to-tó!". En el edificio de enfrente
otras persianas se levantan y sale gente en pijama, con cara dormida y la misma
pregunta en la mente: ¿Qué pasa? Los ocho coches continúan detenidos ante el
semáforo rojo. El primero de ellos lleva el parabrisas y el vidrio posterior
engalanados con ramos de flores blancas.
Así que se trata de eso: de una boda. Ocho
coches van por la ciudad haciendo sonar los cláxones porque dos de sus
ocupantes se casan hoy. Se habla mucho, últimamente, del ruido en las ciudades.
Se han creado plataformas en contra, decididas a acabar con el ruido
innecesario, pero éste ha enraizado de forma tal en el corazón de la gente que
lo tiene difícil. Sin ruido, muchos conciudadanos no saben expresar emoción
alguna. Es la herencia de la carraca, del petardo que tanto divierte a los
niños. Se hace ruido por todo. Para demostrar que estamos alegres ponemos
música en el coche y, a todo volumen y con las ventanas abiertas, nos paseamos
por las calles, para que todos compartan nuestro gozo. Incluso, para demostrar
que estamos tristes, han abolido el silencio en los entierros, y ahora-por poco
que el muerto fuese alguien mínimamente significativo- se aplaude su féretro,
lo que (para los que aprendimos que el silencio es la forma máxima de respeto)
no puede significar otra cosa que alegría por esa muerte.
Se
trata de evitar el silencio, como sea. Ahora que el semáforo se les ha puesto
por fin verde, los ocho coches vuelven a ponerse en marcha golpeando sus
cláxones sin parar. Si fuesen en fila silenciosa, les parecería que no
demuestran suficiente alegría, merece que la ciudad entera se despierte a su
paso, esta mañana de domingo, para enterarse de algo extraordinario: ¡que dos
de ellos se casan!
Después
habrá quien se sorprenda cuando, de aquí a dieciséis o diecisiete años, el hijo
de esta pareja que hoy se casa cambie el tubo de escape de su motocicleta por
un tubarro ensordecedor y se pasee por las calles de esta misma ciudad para
anunciarnos a todos algo que para él también será sumamente importante: que se
ha cambiado el tubo de la motocicleta por un tubarro ensordecedor.
Quim Monzó. Magazine, 24
de junio de 2001.
GRANDES PALABRAS Y MENTIRAS
Las
palabras son unos extraños artefactos. Por un lado, es la palabra la que nos
hace humanos y la que nos permite definir nuestros sueños y aspirar a ser
mejores de lo que somos. Pero, por otro, en las palabras anida la mentira, la
insustancialidad y la traición.
Y
así, todas las grandes palabras han sido reventadas y corrompidas en algún
momento de la historia. Por ejemplo, la libertad. Hasta el dictador más asesino
usa la palabra libertad como si fuese suya. O justicia, o felicidad, o bien
común. Las palabras son violadas tan a menudo que una acaba por desconfiar de
los grandes conceptos.
Con
el de solidaridad, por ejemplo. Vivimos en las fronteras de un mundo nuevo, de
un planeta que se nos está quedando muy pequeño. Vemos a los sudaneses morir de
hambre en tiempo real, en directo, en nuestra televisión, mientras comemos. Son
nuestros vecinos, y hoy nos es mucho más difícil ignorarlos que veinte años
atrás. Para recolocar la inquietud que nos provocan, hemos empezado a sacar
brillo a la palabra solidaridad. Ahora sólo cabe esperar que no nos quedemos en
eso en llenarnos la boca con sus sílabas, en sentirnos cumplidos con la simple
y banal autocomplacencia de las grandes palabras. La autocomplacencia, tal vez
sea ésa la clave: cuando las palabras se juntan con la autocomplacencia, la
sinceridad salta por la ventana. Ser solidario no consiste en decir que se es
solidario. Ser solidario es un proyecto de comportamiento, una voluntad de ser
útil, un esfuerzo por entender al otro y por salir del egocéntrico encierro de
uno mismo. Ni es fácil, ni es un lugar al que se llegue o un atributo que pueda
poseerse. Es una utopía, y hay que esforzarse cada día por acercarse a ella.
Rosa Montero. Solidarios 100 por 100. Bruño.
SOLIDARIDAD ES...
...
No pasar cuando ves un problema ajeno
...
apreciar la belleza de quien te sonríe
...
importarte el bienestar del que tienes al lado
...
comprender otros puntos de vista
...
dar la mano a quien te la tiende
...
enseñar a sobrevivir al menos preparado
...
permitir ser diferente a quien lo es
...
entrar en acción para poner soluciones
...
sentir que puedes hacer algo por los demás y hacerlo
...amar
a pesar de las diferencias
V Fernández-Tubau. En Solidarios 100 por 100
ENAMORARSE ES...
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, y animoso.
No hallar fuera del bien centro y
reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde,
altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor: quien lo probó lo sabe.
Lope de Vega.
APRENDER
A DECIR NO
Entre los buenos propósitos que me he
hecho para el otoño que comienza hay uno indispensable: urgentemente, tengo que
aprender a decir no. Y es que el mundo se divide en dos: las personas
razonables que hacen lo que les conviene, que dedican sus energías a causas que
valen la pena, ya sean altruistas o no, personas maduras que plantan pies en
pared cuando les proponen algo fatigoso o inútil para ellos; y los idiotas
(entre los que me cuento) que dicen sí a todo.
Yo soy, para que se hagan una idea, de
esas tontas que salen con un hombre que les aburre hasta las lágrimas
simplemente porque el interfecto es un plasta y no se da por vencido después de
seis o siete disculpas clarísimas del tipo "perdona, chico, pero tengo que
ir al pediatra" o "lo siento, hoy es el cumpleaños de mi hijo"
(eso, cuando el plasta sabe de sobra que yo sólo tengo hijas y muy mayores). La
cuestión es que al final salgo, y me aburro como una ostra, y juro que la próxima
vez le diré al plasta que no me llame más. Sin embargo, él vuelve a telefonear
y allá voy yo otra vez haciendo el panoli.
Por no saber decir no, me he comprado aparatos culinarios carísimos.
Se lo aseguro, señora, con este súper robot podrá amasar pan como un
profesional (¿amasar pan yo?, pero si sólo como biscotes). Sí, querida señora,
y elaborar helados caseros (¿para qué, con lo fácil que es comprar un Háagen
Dazs?). Mire, cómo el robot fabrica papardelle (¿y qué cuerno es papardelle?).
En fin, para qué cansarlos, lo cierto es que
aquí tengo el súper robot que aún me mira mártir (y virgen, naturalmente) desde
un armario de la cocina. Y puedo darles muchos más ejemplos de cosas aún más
absurdas que he comprado acosada por vendedores implacables: una enciclopedia
de chicha y nabo cuando ya tengo la británica y la Espasa. Limpia muebles
milagrosos. Cremas rejuvenecedoras a precio de bochorno. y. cómo no, un enorme
aparato de gimnasia pasiva (tonelada y media de tecnología punta que ocupa
buena parte de mi dormitorio) del padre de cuyo inventor me acuerdo todos los
días y no precisamente con cariño. A esto hay que unir el tema social: las
presentaciones absurdas, los cócteles soporíferos, las fiestas mundanas que
tanto me angustian, y los infinitos favores a los que digo sí con una sonrisa
fósil: a fulano, porque es amigo del colegio; a mengana, porque está pasando
una mala racha; a aquél, simplemente para que deje de darme la brasa.
Pero se acabó, créanme. A partir de ahora, no
más compras inútiles, no más salidas a saraos que me aburren y, sobre todo, no
más citas con señores que me postran y me cuentan esas milongas de que si
quieren escribir una novela..., que si piensan abandonar este mundo
materialista para dedicarse a plantar lechugas..., en suma: ¡basta de
tonterías! El propósito está hecho y lo cierto es que me siento mucho mejor.
¿Sirve de algo hacer buenos propósitos en otoño? ¿Ustedes creen en el poder
taumatúrgico de la letra escrita? ¿Creen que haber hecho apostasía pública de
mi blandenguería es un primer paso en mi rehabilitación? Tengo mis dudas, pero
les juro que voy a intentarlo. Ahora parece fácil...Ya veremos como lo veo el
mes que viene. Les mantendré informados.
Carmen
Posadas. Magazín.
23 de septiembre de 2001.
LA VIDA EN COMÚN
Alguien que a toda hora se queja con amargura
de tener que soportar su cruz (esposa, esposo, padre, madre, abuelo, abuela,
tío, tía, hermano, hermana, hijo, hija, padrastro, madrastra, hijastro,
hijastra, suegro, suegra, yerno, nuera) es a la vez la cruz del otro, que
amargamente se queja de tener que sobrellevar a toda hora la cruz (nuera,
yerno, suegra, suegro, hijastra, hijastro, madrastra, padrastro, hija, hijo,
hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuelo, madre, padre, esposa, esposo) que le
ha tocado cargar en esta vida, y así, de cada quien según su capacidad y a cada
quien según sus necesidades.
Augusto
Monterroso. Cuentos.
Alianza
No hay comentarios:
Publicar un comentario